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¿Cómo abordar ahora un problema estructural? Notas tras leer "Paren la competencia ya"

Raúl Silva


Tras la publicación de la traducción del artículo “Paren la competencia ya”[1] de Daniel Jablonski y Flora Leite, escribí este texto para repasar algunas ideas y abrir cuestionamientos sobre ciertas figuras que plantean en esa publicación; reconociendo de antemano que este análisis parte desde las nociones que tengo sobre cómo opera el sistema artístico configurado en la ciudad de Lima.


El artículo mencionado delimita dos agentes: los productores del “mundo del arte”[2] y el sistema artístico que opera por encima. Jablonski y Leite plantean un cuestionamiento en base a los esfuerzos recientes para continuar en actividad creativa en la situación de crisis creada por la pandemia del COVID-19[3]: “Cuán orgánicos son estos esfuerzos y si corresponden a demandas reales de los productores y su público en cuarentena. Y cuánto, en oposición, es el intento de transponer a la seguridad de un espacio virtual un sistema especulativo y excesivo”. A modo de respuesta, plantean la relación que mantienen ambos agentes y cómo históricamente esa posición del artista como un outsider, autónomo y de interés auténtico por producir ante la necesidad de expresarse, es hoy un instrumento posicionado a la vanguardia de un capitalismo que ve por su producción simbólica, y donde su personalidad e identidad juegan un rol determinante.


Hasta aquí hay un reconocimiento de que esa relación es estructural en tanto involucra condiciones históricas, y es también parte de un entramado socio-político que existe por encima del sistema artístico. La relación que los autores presentan entre los agentes institucionales -que operan desde las lógicas de las demandas del “mundo del arte”- y los productores de arte, me parece crucial. Aplicar esa relación a las cuestiones que se plantean en el texto publicado (citadas en el párrafo anterior) podría ayudarnos a repensar que esos “esfuerzos recientes” entendidos como a) esfuerzos orgánicos que corresponden a las demandas reales de los productores y su público, o b) intentos de transponer el mismo sistema especulativo y excesivo que operaba antes a un espacio virtual, no son en realidad disímiles. Mejor dicho, los actores de ese esfuerzo orgánico, al ser reconocidos a priori como parte del “mundo del arte”, no estarían exentos de las lógicas de un sistema capitalista, indistinto a sus motivaciones. Dentro o fuera de cuarentena, sus formas de circulación se ciñen bajo las mismas condiciones y por tanto su esfuerzo estará, por defecto, reproduciendo las mismas condiciones sobre el contenido simbólico que produzcan, sea cual sea el rol que ocupen dentro del “mundo del arte”.



Screenshots de la ficha de la obra Nice to Meet You (1997) de Jac Leirner en la página del MoMA.



El artículo continúa con una posición a modo de statement, rechazando esa respuesta activa dada desde el sector artístico a ese imaginario de crisis, en donde los autores enfrentan críticamente las lógicas que impulsan a buena parte de productores hoy en día:


“Las llamadas que circulan por Internet estos días sugieren que la creación de este "imaginario de crisis" es urgente. No lo es. Que tenemos unos pocos días para producir un trabajo relevante, incisivo y revelador. No es cierto. Los artistas no tienen la obligación (ni los medios) para dar cuenta de esta demanda de "sentido" de una sociedad a la deriva, que ha perdido su capacidad de proyectarse en el futuro.”


Con esto, intentan invocar a que el sector artístico se pregunte sobre en qué medida la intensidad de su práctica es producto también de las demandas del “mundo del arte” en la producción de lo simbólico, el cual, dada la situación, se vería inevitablemente envuelto en una capitalización de la tragedia.


El análisis contesta nuevamente a un problema estructural con el que me siento alineado. Sin embargo, el artículo aquí vira al acontecimiento coyuntural (COVID-19), enfocando su llamado a oponerse a reproducir las lógicas del sistema artístico imperante. Plantearía aquí la siguiente pregunta: fuera de la coyuntura que nos aísla ¿qué proceso simbólico con un acercamiento socialmente comprometido no es parte de una capitalización de la tragedia en este sistema de circulación artística?


Jablonski y Leite reconocen los márgenes de circulación de una producción simbólica en el contexto capitalista, pero parecen limitar la agencia de los productores a esa forma de circulación. Por tanto, no es de sorprender que la respuesta sugerida a qué hacer en tiempos de cuarentena sea la inactividad temporal. ¿Y qué ocurriría después? ¿Se puede realmente sostener una crítica enfocada en un accionar coyuntural que es en realidad solo consecuencia de una estructura que la produce? Esta última pregunta surge porque el tono del artículo no busca, por ejemplo, ver este suceso como una oportunidad para incentivar medios de circulación alternativos sobre los cuales los productores puedan producir, sino que propone hacer un alto y acaso interpelar brevemente su subjetividad:

“(…) también podemos aprovechar la interrupción forzada de las actividades para reflexionar sobre nuestra supuesta "normalidad". Y formular preguntas sencillas sobre prácticas naturalizadas en el pasado, tales como: ¿era realmente necesario producir tanto? ¿exponer tanto? ¿exponerse tanto?”


Las preguntas son pertinentes y necesarias, pero no están finalmente orientadas a repensar su práctica y el sistema en el que se encuentran, sino que las redireccionan al presente, ofreciendo -bajo su perspectiva- soluciones inmediatas, a la vez que ofrecen contradictoriamente vías para seguir reproduciendo el sistema que buscaban criticar al inicio: “¿Por qué no hacer exposiciones virtuales con obras ya existentes?”, o interpelando a mediadores: “¿Tal demanda no estimulará la creación de obras de dudosa calidad, generadas únicamente por el temor a verse privados de los escasos recursos destinados a estas “convocatorias de emergencia”? o ¿Por qué no comprar obras o donar directamente dinero a los artistas?” o “Curadores, dejen de seleccionar trabajos sobre la cuarentena. ¿No aumentará esta demanda la presión sobre los artistas que, temiendo la invisibilidad profesional, tendrán que crear obras que se adapten sin fricciones al "nuevo" modo de circulación y exposición, exclusivamente virtual?” En este punto los reclamos parecen buscar velar por las garantías de un ejercicio profesional y la calidad de proyectos para su circulación, donde los productores puedan no verse activamente implicados con su fuerza laboral, pero no por eso perder la oportunidad de participar de las actividades que, de nuevo, reproducen las lógicas de circulación capitalista que reconocían como estructurales.


A lo largo del articulo está esa doble tensión: por un lado, parece condensar una crítica eficiente con posiciones sólidas, pero la forma en la que son canalizadas y las vías que proponen en las conclusiones parecen dejar una ventana abierta para aceptar prácticas que se enmarcan en las mismas condiciones, solo que fuera de esta coyuntura. El problema, evidentemente, incluye a los productores, pero reducirse a criticar su insistencia por existir activamente durante la cuarentena actual y centrarse en soluciones aparentemente inmediatas solo hace que no atendamos un problema sistemático que se apropia y toma provecho de la especulación sobre su ejercicio simbólico. El mismo artículo da las bases para entender esta idea, aunque enfocándolo en el contexto de crisis: “Adoptar esta mentalidad competitiva que recompensa la productividad como única moneda de cambio en la crisis sólo nos perjudicará. Ya estamos solos”. Pero ante esta crisis, la lógica parece ser: No estamos solos aun, esto es solo transicional y por eso no podemos dejar de hacer lo que estábamos haciendo antes. Al ser entendido como un momento transicional, se vuelve una oportunidad para aferrar su práctica a una crisis que garantice frutos posteriores; sea en el ámbito comercial, o como posibilidad de obtener legitimidad para alcanzar mejores oportunidades de exhibición y circulación de su trabajo cuando todo haya pasado. Ignorar esos procesos subjetivos hace que el llamado del artículo funcione solo alineándose de forma inactiva a un disgusto medianamente popular por las iniciativas recientes surgidas desde el “mundo del arte” ante la pandemia.


Regresando a la distinción planteada en la pregunta del inicio. Cuando mencionan la posibilidad de que estas iniciativas recientes sean “esfuerzos orgánicos que corresponden a las demandas reales de los productores y su público”, abren la pequeña ventana a imaginar que existen agentes que operan legítimamente y ajenos a la influencia de estas condiciones, y sin salir de ese sistema del mundo del arte. Esa imagen sugerida vendría a ser algo así como un productor cultural legítimo operando en tiempos de crisis: obras en galerías, colecciones, obras autorreferenciales o quien trabaja proyectos de arte social, o trabaja éticamente con comunidades y publica registros de sus obras participativas o tal vez con referencias políticas. Y hace eso siendo parte del mismo modelo estructural del “mundo del arte”. Ese sujeto posible solo existe parcialmente si consideramos esta tan usual alternancia de algunos agentes culturales entre procesos independientes fuera de los circuitos oficiales y con circulación y repercusión propia, donde tal vez podríamos afirmar que hay un indicio por existir separados de los sistemas que operan el “mundo del arte”[4]. Pero ese no parece ser el horizonte al que se acoge el artículo, al menos no directamente, por lo que este agente imaginado no es posible justamente porque todas las condiciones que producen el tipo de experiencias en las que se involucraría lo hacen inherente a las formas en las que opera el “mundo del arte”. Pero sirve sugerir su existencia, ya que es justamente esa posibilidad la que creo que permite que puedan rescatar aun las condiciones del mundo del arte como viables aun fuera de la cuarentena.


“Shakespeare, de hecho, creó obras maestras durante la peste bubónica en el siglo XVII, pero tuvo poderosos mecenas que le permitieron vivir cómodamente mientras los teatros de Londres estaban cerrados. Ese no es nuestro caso.” Esta oración colocada al final del artículo podría ser una buena forma de entender que las condiciones de existencia que se esperan de este agente imaginado no existen fuera del sistema, insinuando un panorama en el que si podría operar. De ser ese nuestro caso y tener las condiciones adecuadas para producir obras potentes con ayuda del capital, ¿su accionar no sería problemático?


Creo que el artículo de Jablonski y Leite tiene la capacidad de articular una problemática estructural, y hacer un llamado a tomar la crisis como una oportunidad de cambio, como es mencionado ahí: es bajo este contexto que se evidencian los puntos ciegos de los sistemas “normales”; partiendo de ahí e intentando canalizar su sugerencia a detenernos y pensar en nuestra actividad y nuestras condiciones: ¿cómo podemos ver en esta crisis una oportunidad para repensar nuestra práctica desde el sector cultural? Si la forma en la que los productores culturales operan es producto de esa relación con el sistema del “mundo del arte” y su capitalización, ¿no son entonces la forma y los procesos artísticos actuales algo que debería cambiar en caso de querer pensar en un verdadero cambio estructural?


Mi intención está bastante alineada con gran parte de las ideas que el articulo desarrolla, pero me interesa expandir la crítica a esta otra dimensión en la que la coyuntura del COVID-19 solo es eso: un periodo que evidencia las operaciones del sistema del “mundo del arte”, pero no es realmente el problema de base con el que deberíamos lidiar, sino tal vez verlo como una oportunidad para que se repiense activamente el ejercicio que realizan no solo los productores, sino mediadores y gestores. La salida no es necesariamente detenerse, sino pensar qué parte de ese sistema que criticamos articula nuestra forma de trabajo, nuestras plataformas de circulación y nuestro público. Reincidiendo en la cita: “Los artistas no tienen la obligación (ni los medios) para dar cuenta de esta demanda de "sentido" de una sociedad a la deriva, que ha perdido su capacidad de proyectarse en el futuro” Creo que es cierto, los artistas no tienen la obligación, y posiblemente ese real interés legítimo por un cambio sea relativo a las condiciones que su subjetividad produce, pero fuera de los márgenes del arte, desde el ejercicio de su ciudadanía, tal vez sea buen momento de pensar en herramientas para hacerlo, ¿cómo darle la vuelta al problema estructural en el que su práctica está inmersa? si es que eso es acaso posible.


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[2] Aun cuando esta palabra aborda un conjunto de prácticas amplias, el texto enmarca de forma concreta a qué parte del llamado “mundo del arte” quieren hacer referencia: “Como todos en el mundo del arte, vimos nuestros mejores planes para el 2020 evaporarse de la noche a la mañana. Fueron exposiciones, ferias, clases, conferencias, publicaciones, lanzamientos, todo cuidadosamente planeado para suceder en los próximos meses. Hasta que el encierro forzoso arrastró consigo horarios, oportunidades, prioridades, es decir, todo lo que hasta ayer era esencial."

Más adelante esto se vuelve aún más específico: "Artistas documentando sus talleres en Instagram, espacios independientes que muestran cursos y seminarios en vivo, museos que ponen sus colecciones a disposición en línea, galerías que también ponen a disposición portafolios y que realizan ventas a través de redes sociales.“


[3] Estos esfuerzos son mencionados en el texto: “Desde nuestros confinamientos también hemos seguido con gran entusiasmo el surgimiento de varias iniciativas hechas para mantener encendida la llama de la producción. Artistas documentando sus talleres en Instagram, espacios independientes que muestran cursos y seminarios en vivo, museos que ponen sus colecciones a disposición en línea, galerías que también ponen a disposición portafolios y que realizan ventas a través de redes sociales — (…) Algunos curadores también han comenzado a interesarse por el "arte hecho en cuarentena" y algunas instituciones grandes y pequeñas se han apresurado a anunciar incentivos extraordinarios para los proyectos pertinentes producidos "ahora".

[4] Aun hablando de una posición alternativa, sería importante no perder de vista de qué forma puede ser construida esa subjetividad, haciendo énfasis en que aun actuando al margen, puede no necesariamente encontrarse fuera del sistema, sea de forma directa o indirecta.

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